17 oct 2007

Las subvenciones de aquí es el hambre de allá

17 de octubre El Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza

(enlace informativo sobre el origen y celebración de este día)


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Hay miles formas de generar pobreza. Los países, mal llamados, pobres no son causantes directos de muchas de las situaciones que viven. Y mucho menos lo son sus gentes.

Un día, viendo uno de esos programas de la 2 de TVE que son tan pocos vistos valga la redundancia, me llamó la atención algo que, pasado el tiempo, me apetece reflejar aquí.

Éste documental trababa sobre países africanos y como se empobrecían. Hay datos que, por un lado, demuestran que éstos países son perceptores de ayuda humanitaria y por otro nos dicen claramente que esa ayuda es insignificante y que de poco, o nada, sirven mientras los “defensores” del libre comercio sigan subvencionando la agricultura en los países occidentales que provocan una clara competencia desleal con el agricultor de Malí, entre otros, que apenas obtienen beneficios para vivir, mientras hace sólo unas décadas, al menos, no les faltaba para comer.

Lo destinado a ayuda humanitaria asciende a 50.000 millones de dólares anuales, mientras que las subvenciones a los agricultores en los países desarrollados suman la cantidad de 300.000 millones dólares. Lo que supone que se destina seis veces más a favorecer a los grandes terratenientes del prospero occidente que a la ayuda humanitaria destinada a los países empobrecidos. La Ministra de Agricultura de Malí lo definía, poco más o menos así: por un lado nos matan de hambre y por otro dicen que nos ayudan.

Malí es un país dedicado, casi exclusivamente, a la producción de algodón. Los precios de éste producto son ridículos y mientras antes tenían para poder comer con lo que producían sus tierras, ahora, los campesinos con poca extensión de terreno, se ven obligados a vender su antiguo medio de subsistencia al gran terrateniente con lo que la posibilidad de producir alimentos para comer se esfuma y la masificación de las grandes ciudades es un hecho.

Pero hay causas que se interrelacionan entre sí y es lo que voy a tratar de explicar. Precios raquíticos del algodón que provocan que los pequeños agricultores que hace unas décadas vivían de sus tierras tengan que venderlas y emigrar, en principio, a una gran cuidad de su país, para luego buscar a Europa como único remedio posible pues viven en un país empobrecido donde más del 80% de la población sufre desnutrición. Esos precios tan económicos provocan que en el floreciente occidente, donde nos encontramos, consumamos productos textiles en exceso. Esa superproducción va a parar, cuando no sabemos donde colocar la ropa en nuestros armarios, a alguna ONG o a algún contenedor de ropa usada que hay en nuestras ciudades. Pero, ¿sabemos cual es el destino de este exceso de ropa usada? Pues su destino es venderlo a empresas que exportan, esta ropa de segunda mano, a países pobres para su venta entre la población con menos recursos.

Como vemos es un efecto en cadena. La subvención a los terratenientes (al no estar modulada esta subvención la mayor cantidad se le atribuye a quienes tienen mayor extensión de tierras) de los países de occidente provoca que en las naciones productoras de materias primas, Malí en el caso que nos ocupa de algodón, se vean obligados a venderlas a precios que no cubren ni el coste de producción. Ese precio ínfimo del producto en origen provoca el abaratamiento del manufacturado, ropa en este caso. Esos precios son los que invitan a comprar de forma desmesurada en los países prósperos de occidente. Esto a su vez causa una generación de productos de desecho, por desuso que no por viejos, que, en este caso, generan una gran cantidad de ropa de segunda mano que tiene como destino esos países pobres donde mucha gente se ve obligado a comprar este tipo de ropa. Y para finalizar esta cadena, esta exportación y venta, provoca que en países como Uganda, con gran infraestructura industrial dedicada al textil, tengan que cerrar fábricas porque la ropa que se vende de segunda mano está acabando con la industria que podría contribuir a sacar de la crisis económica a estos países y sus gentes. Como vemos es la pescadilla que se muerde la cola. Y luego nos quejamos de que la ayuda a estos países empobrecidos no alivia la situación porque o no saben o no tienen la voluntad de salir a adelante. O, solemos decir que no entendemos como vienen tantos empobrecidos a nuestras latitudes en busca de esa prosperidad. La respuestas es sencilla, su pobreza es causa directa de una forma de comercio injusta, desleal y que provoca hambrunas.





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