En fechas pasadas oímos la noticia de la muerte de un joven de 16 años apuñalado en el metro de Madrid. Este joven moría porque iba a protestar contra una manifestación a favor del racismo y la xenofobia. Una manifestación que jamás debía de haber sido autorizada, en un estado democrático y de derecho, como se le presupone al nuestro. Sin embargo era una manifestación autorizada. A un ultraderechista no le debió parecer apropiado que alguien le cuestionase su derecho a ser un intolerante y habló como la ultra derecha sabe hablar: LA VIOLENCIA; en este caso fue el idioma de un afilado puñal de monte el que sesgó la vida de este chaval. La ultra derecha habla así. Se manifiesta a favor de un dictador que torturó y mató por pensar de manera distinta a la que él consideraba apropiado. ¿Se imaginan en Italia una manifestación a favor de Mussolini ó en Alemania a favor de Hitler? Pues aquí se pueden manifestar, hasta este año 2007 treinta años después de las primeras elecciones democráticas post franquistas, para homenajear al dictador. Aunque pasado el tiempo, las víctimas las siguen cayendo del mismo bando. Esto al menos es para dar que pensar.
Y esto, en lugar de ser algo anormal, es algo habitual y que cada vez se está perpetuando con más fuerza. Sabéis quien se cobró los heridos, pues, aunque parezca increíble, las víctimas las ponen siempre quienes se manifiestan a favor de la tolerancia y de los derechos humanos. Los intransigentes salen indemnes, ¿será porque siempre van armados? O ¿Será porque los encargados de reprimir las manifestaciones ya saben hacia que lado inclinar su ira? En cualquier caso, los apaleados son los mismos. Pero el colmo de los colmos, si es que a estas alturas del partido hay lugar para la sorpresa, es que la autodenominada la televisión de los movimientos le da un espacio al Presidente de Democracia Nacional, partido que organizaba esta manifestación a favor del racismo y la xenofobia, para que se explaye diciéndonos que el autor de este vil crimen no era afiliado a su formación política y que lo haría al ser provocado por un grupo de jóvenes y el solito, ¡qué machote!, fue capaz de acabar con la vida de uno de ellos. Por cierto, no es la primera víctima que se produce y que se puede relacionar directa o indirectamente con este partido que proclama la intolerancia como bandera. Eso sí, ahora con minutos televisivos después de sus acciones violentas, me imagino que les servirá de estimulo para seguir actuando del mismo modo. Lo que ha hecho esta televisión es no tener, precisamente, un sexto sentido. Esos minutos televisivos significa, en la práctica, dar publicidad a quienes tienen aptitudes violentas e intolerantes. Y como se definió a así misma como la televisión de los movimientos, cabe preguntarse ¿con que movimiento están? Pues ya sabemos que el franquismo también era un movimiento al que se adherían después de jurar fidelidad a los principios de éste. No pretendo decir que esta televisión haya jurado fidelidad al mencionado movimiento pero, debería cuidar más y mejor a quién le da sus minutos televisivos y, por lo tanto, protagonismo y a quienes deja abandonados en la marginalidad.