Según ha aparecido en distintos medios de comunicación el espionaje está de moda. Hasta hace poco sólo conocíamos esta actividad por la denominada como Guerra Fría. Helados se han debido quedar los analistas que han seguido esta noticia al percatarse que los modos de espionaje se asemejan más a esas películas en blanco y negro del cine español que en tono de humor abordaban este tema.
Aunque los acusados han sabido defenderse sacando a la luz cacerías y cenas tan inoportunas que han mandado al paro a un ministro, nada menos que el de Justicia. ¡Cómo para estar confiados! Los espías de TBO, tal y como los definió otro ministro, ahora dicen que el juez instructor ha percibido cobros indebidos por impartir distintas conferencias. Por supuesto desconozco la veracidad de esta acusación, me limito a comentar la noticia aparecida en distintos medios.
Para proseguir con estos cúmulos de despropósitos, oigo en otro medio que este juez ha dicho, aunque no han puesto sus palabras, que como le sigan acusando de esas percepciones incompatibles va a comenzar a hablar. Pero, ¿porqué calla? Me pregunto no sin cierto asombro e impotencia, pues este silencio supone un ataque a los principios fundamentales de la democracia. La misión de un juez no puede ser callar lo que sabe, su misión es hacer justicia no silenciar. Le pagamos para que instruya y aplique la legislación no para que haga mutis. Esta afirmación está basada en el comentario realizado por el informativo.
La definición de un estado de derecho es aquél que tiene nítidamente separados los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Eso es algo que ha brillado por su ausencia en el estado español en esta etapa que, a pesar de este importante incumplimiento, llaman democrática. Además del matiz de la separación de los poderes públicos, difícilmente podemos decir que confiamos en la justicia en un país donde se legisla (aunque sea localmente) para sancionar con 700 euros a quienes sacian su necesidad alimenticia en los contenedores de basura mientras se pasean libres de toda culpa los que transportan en grandes bolsas negras esos billetes que pocos hemos visto y que dicen que tienen un valor de 500 euros.
Es por esto último que cuando se apela al endurecimiento de las penas para los que comenten delitos aberrantes de difícil inserción social, siempre me pregunto para quién irá destinada esa dureza y no me cabe ninguna duda que los que tienen esas bolsas oscuras repletas de papeles morados en los paraísos fiscales no sufrirán esa firmeza y seguirán paseando en yates de lujo.